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Neymar Foto: AFP / Sports Illustrated |
Los futbolistas son rehenes de ese mercado. Son bolsas de carne, que al punto están deliciosas pero al día siguiente ya relucen magras. Así lo expresa el propio mercado. Una mañana se cotizan y a la noche pierden su valor. Es claro, el futbolista para el sector financiero es un semidiós o un residuo. No es el caso de Neymar, pero aplica. La cosificación del jugador de fútbol también sobrelleva el impacto de la globalización. Los mercados abiertos desarroparon el trabajo de los agentes más carnívoros, la incursión de los jeques y los petrodólares, el peso la economía china en el nuevo orden mundial y otros factores desmedidos que convulsionan a la opinión pública. De esta manera y bajo los patrones del exceso se compuso el futbolista moderno: como marioneta manipulada por los mercantes y los comandantes del circo.
¿Qué nos deja el traspaso de Neymar? ¿Qué nos registra como referencia? La sobrevaloración del todo, la exageración del todo y la desproporción del todo. Se dispararán los precios, se exigirán cifras irreales y se dimensiona la incalculable brecha entre poderosos y terrenales. Pero nos tenían avisados: nuevamente la Premier League superará los mil millones de euros en trasferencias, también se instaló la existencia de una oferta por Kylian Mbappé de 180 kilos, que deja entrever la cortina de humo y tiempo que se tejió hasta el bombazo del brasilero.
Finalmente, las versiones que se especulan sobre las razones de Neymar para pegar el portazo en Barcelona no importan. Si se sintió a la sombra de Messi, es porque allí se ubica el propio Neymar. Si él y su padre pretenden ganar más dinero, sólo ellos conocerán sus necesidades. Si quiere jugar con su amigo Dani Alves, logró manipular con caprichitos a los directivos árabes de París. A fin y al cabo, lo que importa y preocupa de cara al futuruo es lo que se paga por esas razones.
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