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Foto: Zimbio |
Shibasaki fue el crupier del juego nipón. En la medular compartida con el símbolo Makoto Hasebe, el jugador de Getafe se dispuso para la creación retrasada, el primer pase de construcción para Kagawa y el balonazo frontal a los extremos en la búsqueda del espacio. Shibasaki causó estragos ante una Colombia desorientada, se fajó frente a la potencia física senegalesa y mostró su talento en uno de los grandes partidos de la Copa contra Bélgica. Desde su sentido de la imaginación y precisión en la ejecución, edificó dos de los gritos más vociferados de Japón: el 1 a 1 ante Senegal (gol de Inui) y el 1-0 parcial ante Bélgica (gol de Haraguchi). Con su templanza en el círculo central brotaron los mejores circuitos, a partir de su ubicación en el eje fue que surgieron los escaparates tácticos que mostraron el mejor brillo del equipo.
El toque distintivo para el tanto de Haraguchi |
El pase de Gaku a Nagatomo que agrietó la línea de Senegal:
Mientras todos los flashes se centraban lógicamente en la figura de Shinji Kagawa para el comando del ataque asiático, floreció Takashi Inui como talento diferencial en la banda izquierda. Su panorama, su pegada, su frescura y el atrevimiento del vigente Yuto Nagatomo como su socio ideal fraguaron en un atractivo silencioso que se sacudió con un ‘mundialazo’. Inui no sólo convirtió dos goles, fue, posiblemente, el arma más peligrosa de Nishino en Rusia. Y por ello, no se explica cómo no lo mantuvo en el onceno titular frente a Polonia, donde el cuadro nipón transitó por la cornisa. El flamante jugador de Betis, a sus 30 años, se presentó ante el mundo con una firma fina y desfachatada.
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