En el nombre del padre

Existen varios casos de futbolistas que luego fueron directores técnicos de sus hijos y cumplieron el sueño de entrenar, dirigir y compartir la pasión que expresan la pelota, el césped y los arcos. Sin embargo, el hecho de que coincidan en un terreno de juego, pocos lo han podido experimentar. Hay dos casos paradójicos en terrenos totalmente distintos: el del islandés Arnór Gudjohnsen y del peruano Juan Carlos Bazalar.

Alonso y Juan Carlos Bazalar.
Foto: @alobazalar
El anhelo de cualquier padre es ver triunfar a su hijo en cualquier esfera de la vida. Es una cuestión de sangre, de piel, el ADN lo exige. En el fútbol como en la vida, él es el primero que te muestra una pelota, el que te viste con los colores que a su vez, también fue vestido. El que nunca abandona, el que te recorta las publicaciones del diario, el que te sigue, te insiste, te exige y el que se enoja. El que te quiere más que al mismo fútbol. Arnór Gudjohnsen y Juan Carlos Balazar nunca lo imaginaron, o tal vez sí: lo cierto es que son los únicos casos de padre-hijo que hayan compartido unos minutos en un terreno de juego porque el amor y el fútbol no saben de primaveras cumplidas.

El apellido Gudjohnsen es mítico para Islandia, la clamorosa nación que tan pintoresca resultó en la última Eurocopa. Allí verdaderamente la pelota no era tan popular. En la isla del Atlántico Norte, predomina el handball, el levantamiento de pesas y por razones evidentemente geográficas, los deportes invernales. Aunque en su concisa y  lacónica historia, el fútbol islandés estableció un record mundial: ser los primeros padre e hijo en jugar juntos profesionalmente.

Arnór Gudjohnsen, nacido en 1961, fue un futbolista que destacó en Bélgica y Suecia a causa de su gran cuota goleadora. Estrella nacional y fiel habitué de su Selección (14 goles en 97 partidos entre 1979 y 1997), tuvo el mejor regalo que vida le podría haber dado un 24 de abril de 1996. Ese día, Arnór de 34 años, se fue reemplazado por su hijo, Eidur Gudjohnsen, el famoso delantero blondo que luego jugaría en Chelsea y Barcelona, pero que en ese momento apenas tenía 17 años. El compromiso se dio en un amistoso internacional donde el combinado islandés se enfrentó a Estonia. Aunque claramente nunca compartieron minutos en cancha, el acontecimiento marcó algo que anteriormente nunca se había registrado. Luego, tampoco pudieron coincidir en los campos ya que Eidur padeció una preocupante lesión que le demandó dos años sin tocar un balón y cuando se recuperó, su padre ya se había retirado de la actividad profesional.

Quienes quebraron su plusmarca fueron los peruanos Juan Carlos y Alonso Bazalar. En Perú, a diferencia de Islandia, existe otra concepción de la noción fútbol. El arraigo es mayor, los seguidores son millones y es el deporte más folclórico del territorio. Y justamente, en esa nación que tuvo una brillante generación dorada en la década de 1970, un padre y su hijo se encontraron en el rectángulo verde.

Juan Carlos Bazalar, de extensa trayectoria en el fútbol peruano y en la Selección, fue un  mediocampista central que supo jugar en Universitario, Alianza Lima y Melgar, entre otros. En el 2008, Juan Carlos y su retoño Alonso formaban parte del Cienciano de Cusco, aquel conjunto modesto que le quitó una Copa Sudamericana a River Plate y una Recopa a Boca Juniors.

El 25 de mayo de aquel 2008 ante Juan Aurich, Juan Carlos nacido en Lima en 1968 y pudo cumplir el sueño del padre: jugó con Alonso, limeño de edición 1990 y entraría en la historia. En ese entonces, con 40 y 17 años respectivamente, hubo llanto y homenaje de la FIFA por la inédita proeza.



Publicado también en El Cinco Cero 
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