Boca y River jugarán
la gran final de la Copa Libertadores de América 2018. Es el duelo cumbre de
esta rivalidad histórica, la más tradicional y ferviente del continente.
La final, el final
Le dicen la madre de todas las finales, la final de todas
las Libertadores. Un día llegó el día. Ese momento espacio/temporal decisivo en
la cronología del superclásico más distinguido de América y el mundo. Caminos
con piedras, mares de polémicas, señalamientos y juicios. Fútbol y corazón
entre los dos mejores equipos, pero también discutidos, de la Copa.
La llegada de River a la final de Libertadores es
contradictoria desde su (buen) fútbol y los hechos punibles. Es innegable. En
la cancha, donde se juega a la pelotita, ganó bien, superó a sus rivales y dio
golpazos de autoridad en Avellaneda y en Brasil; pero hubo manchas de
escritorio en el camino: caso Zuculini-Penal de Pinola-Gallardo en Porto Alegre.
Los hechos de Gallardo hablan de su corazón riverplatense, pero pisoteó lo que
dictaba la Conmebol ante su suspensión como quiso.
Boca sufrió en la fase de grupos y sobrevivió gracias a
Palmeiras, rival al que eliminó en las semifinales. En una marea de constantes
inconsistencias, el equipo de Guillermo Barros Schelotto dio tumbos, pero
demostró ese carácter copero que lo ha catapultado hacia la cima mundial. Desde
lo anímico a lo futbolístico, el orden de los factores se alineó para Boca con
algunas circunstancias fortuitas.
Lastimosamente, este Boca-River cae en la ineptitud del peor
presidente que Argentina haya podido tener y del grupo de dirigentes más prevaricados
de la Conmebol. En un marco de teorías conspirativas desde lo administrativo-ejecutivo
hasta lo televisivo, pasando por los tragos dulces y amargos VAR, la pujanza de
los patrocinadores, la noche, el día, el sábado o el miércoles, el montón de
nada que hablan en los risibles realitys deportivos de la noche y el día y las figuritas
anónimas que aseguran comandar órganos de seguridad, nacen y yacen los deseos y
promesas, los pensamientos previos y futuros, la ansiedad de los nervios, la
esencia del hincha tan alejada como entrometida en la madeja del todo o nada.
Atrás, muy atrás, está el fútbol y lo que pasará adentro de las líneas blancas
de La Bombonera y el Monumental.
Final
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20:30
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