La hipocresía empírica de la ética periodística

La ética periodística es un concepto del que se habla mucho pero se aplica poco. El periodismo en el Siglo XXI es una actividad ingrata, éticamente incorrecta y los periodistas de la actualidad se mofan dialogando de ella y de la objetividad, de la independencia y el resto de galanterías olvidando mencionar ‘los reales gajes del oficio’. Aquellos que lo ejercemos, retazamos lo existente, histórico, fidedigno y cierto del periodismo: que firmamos por las firmas de otros y nuestra libertad, origen de la ética, se esfuma. Es decir, el periodista, a grandes y vulgares rasgos, es el creador de su propia mentira.
La palabra, que es el poder más fuerte que tiene el hombre junto a su pensar y su sentir, se establece como la fuente primaria expresiva de la razón, aunque habitualmente lo burdo y lo grosero se apodere de dicho principio a primera pronunciación. Existió un periodismo comprometido con las causas sociales, con la intención de cambiar las realidades mundanas, las desigualdades humanas, que reveló los secretos más ocultos en la esfera pública y, existió un periodismo aún más comprometido, que evidenció las recónditas acciones de la esfera privada. Algunos fueron perseguidos, silenciados y asesinados, otros tuvieron mejor fortuna y desde el exilio elaboraron letras para la posteridad, y otros se acomodaron respondiendo para quienes persiguieron, silenciaron y asesinaron a sus colegas.
Hoy los medios de comunicación son empresas de comunicación. La noticia es una mercancía que circula en el verdugo mercado y allí, los intereses empresariales y políticos son gigantes. La noticia es una porción de una porción de la realidad, recorte subjetivo del multimedio, que bajo órdenes editoriales, canaliza y desarrolla un acontecimiento.  Entonces, ¿cómo actuar éticamente cuando se está atado a intereses que no responden a la ética del periodismo? ¿Tiene ética el periodismo? ¿Cuánta veracidad existe en la noticia si el recorte de la realidad se ajusta a un interés subjetivo? ¿Cuán objetivo es un periodista que vive sujeto a su subjetividad, que piensa y  actúa de acuerdo a su convencimiento de las cosas? ¿Y si no actúa bajo su convencimiento de las cosas, se autocensura?
Si respondemos esas preguntas, concluiremos en que la ética periodística, o lo que creemos que es la ética periodística, no existe. Lo que existen son conductas y comportamientos propios del ser humano, que, cuando se mal convierte en periodista, sigue bajo sus paradigmas y principios de vida. Es decir, bajo su subjetividad, bajo su concepción del mundo, bajo su óptica personal, ofrece una reflexión del acto en cuestión. Y allí entrarán infinitas visiones que hacen la particularidad del mundo en que vivimos estemos o no de acuerdo con ellas. Entonces, cada quien cultiva su ética.
La UNESCO, organismo nacido tras el final de la Segunda Guerra Mundial, con el Acuerdo Bretton Woods donde se instituyeron las normas que diagramaron el futuro de las relaciones comerciales y financieras entre los países más industrializados del mundo, procura entre otros términos que la ética periodística deberá “darle al pueblo una información verídica”, que “el periodista debe dar una visión objetiva, debe ser responsable socialmente”. Además, tiene que ofrecer “acceso y participación al público” y también “respetar valores universales y la diversidad cultural”[1]. Hablamos de verdad, objetividad, realidad, responsabilidad, respeto, valores, cultura. Todos significantes vacíos que adornan un estatuto sofista.
El periodista actual es entronizado como un erudito inequívoco en una especie de científico duro, matemático, quirúrgico. El periodismo es una profesión incuestionable, incontestable, irrefutable. ¿Cómo dudar de quien me presenta la realidad? Tal así, que se convierte en generador de opinión desde su opinión, desde su presentación subjetiva de una realidad recortada. Esta moción se fue acrecentando con el correr de los tiempos y se agigantó con la puesta en marcha de la maquinaria televisiva y de sus fabulosos montajes mediáticos. La figura del periodista se configuró como sabia y docta, y son pocos los que se aplanan a recapacitar el trasfondo del fondo de la pantalla donde, en su estado literal, el parque de diversiones es sanguinariamente tenebroso. He aquí, donde germina la manipulación de la información, y luego la producción de la información manipulada, y luego la reproducción de la información manipulada, y allí, la mercancía gira de boca en boca, de papel en papel, de imagen en imagen.
No se puede negar que acontecen hechos y todos merecen trascender. Lo que se debe comenzar a discutir es la manera que eligen y que se informa la dicha selección de sucesos. Después de comprender esa ética periodística, hablaremos pues, de la ética periodística.

[1] Código Internacional de Ética Periodística UNESCO

Publicado originalmente en Colombiasports.net
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