Proyectar en la era de las urgencias

En el fútbol y en la vida, el tiempo, esa maquinaria depredadora que nada ni nadie pueden contener, actúa como brújula enemistándose con la idea largoplazista y la única dirección acertada es ganar, porque la paciencia es un grano de oro que escasea en esta histérica era de las urgencias.

Claudio Ranieri. Foto: Sky Sports

El tiempo siempre es tirano si no hay resultados. Es así. El resultadismo se comió el espectáculo y el fogoso y ya tedioso candor externo a los campos, asfixia procesos y busca derribar los mitos que dictan que “la idea vence al reloj”. Lo vencerá seguramente, pero si se le da tiempo al tiempo. En el fútbol actual hay que salir campeón de todo, jugando bien, logrando identidad, impregnando el ADN a las divisiones menores, y si no se logra en tres meses, ya es fracaso. Es fracaso, porque las demandas son altas desde la administración de las instituciones. Es fracaso por las locuras de los hinchas. Y además, al triunfo, al empate, la derrota, la presión de la fanaticada y a la susceptibilidad directiva, ahora hay que sumar el serrucho en el piso de los jugadores si no se sienten cómodos con el entrenador. Y el entrenador, cabeza ideóloga en el crimen de fallar, es la pieza más descartable.

El primer ejemplo de proceso y fruto siempre es Alex Ferguson y todos olvidan que el escocés estuvo años y años sin ganar nada en Manchester United, mientras creaba la criatura. Fueron temporadas de sequía, pero de trabajo sesudo, de lágrimas de sudor y paciencia al trabajo del mismo líder, que confió en su idea y la logró plasmar y ejecutar, para después sí, sonreír. Justamente cada entrenador “sueña” con el ser “el Ferguson de cada equipo”. Anhelo que resulta totalmente imposible en la modernidad, donde sólo Arsene Wenger hace más de una década se mantiene en su equipo o Ricardo Ferreti en Tigres de México, cumple la profecía. Pero hoy, clubes de Europa y Latinoamérica, cambian de director técnico cada año.  

En Barcelona prevalece el proyecto es institucional, donde lo identitario se transforma en herencia de la esfera más alta hasta la más pequeña, y viceversa, y muchos confunden los triunfos futbolísticos con esa matriz central de los Culés. La razón va más allá de Guardiola y Messi, donde el proyecto tuvo un antes y seguramente tendrá un después de los mencionados. Barcelona es el club biotipo del Siglo XXI, aunque en el afán de imitarlo, se pierde la gran o pequeña identidad de quien copia. Algunos creen que salir jugando por abajo y ganar los porcentajes de la posesión es "ser" el Barcelona y otros han modelado su estructura administrativa, gerencial, económica y deportiva, bajo los lineamientos de la institución catalana. Equipos que se asemejen a esta idiosincrasia son pocos: Atlético Nacional en Colombia, River Plate en algún rasgo, Bayern Munich y Borussia Dortmund también manejan su impronta, aunque no existen reales proyectos que rompan ese molde barcelonista con características y configuraciones propias del arraigo de cada club.  Quizás ése sea el éxito del Barca.

Casos paradójicos se dieron hace unos días con Claudio Ranieri en Leicester y Pablo Repetto en Olimpia de Paraguay. Uno en Europa y el otro en Sudamérica. El italiano ganó increíblemente la poderosa Premier League con un equipo modesto en un cortísimo plazo, mientas que el uruguayo logró una gesta histórica con el ignoto Independiente del Valle de Ecuador, donde trabajó cinco años antes de ser subcampeón de la Copa Libertadores. Ranieri fue destituido por estar cerca de la zona del descenso en la corriente temporada, mientras aún se encontraba con vida en Champions League y según fuentes en Inglaterra, los jugadores ya no creían en el estratega y el “sueño se murió”, como expresó el propio Ranieri. En el caso de Repetto tras haber tocado el techo en Ecuador y el continente, emigró a recoger petrodólares a Emiratos Árabes, pero rápidamente regresó y asumió en Olimpia. Allí, apenas dirigió seis partidos y por no haber clasificado a la fase de grupos de la Copa, lo echaron.

Y en Selecciones también pasa. Rogerio Micale ganó oro olímpico con Brasil por primera vez en su historia, pero la balanza se inclinó hacia lo negativo tras haber quedado por fuera del Mundial Sub 20. La derrota venció el logro, aunque la discusión se presta a un análisis, seguramente más profundo ya que en Brasil se ha estancado la producción de talentos, y lo que antes surgía a granel, hoy es avaro. Y los “Verdeamarelhos” en la Mayor vienen de Dunga, Menezes, Felipao y Dunda otra vez antes de estabilizarse con Tite. Y mejor no entrar en detalles en Argentina, Paraguay o Bolivia, entre otras naciones.  


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