Sadio Mané fue el
mejor de Liverpool en Kiev y se consagró como el rostro de la grandiosa temporada
‘red’ en Europa.
Entre las lágrimas de Mo
Salah y Loris Karius, emergió la figura resplandeciente de Sadio Mané. El senegalés fue la
referencia de Liverpool en la cruel noche ucraniana y demostró nuevamente que
su figura individual puede comandar un gigante europeo. Sus 10 goles en la Liga
de Campeones y su aparición total en la desgracia lo demuestran.
Durante el curso, emergió la luminosidad del tridente con
Salah como profeta máximo. Mané y Roberto
Firmino se repartieron los roles de reparto en el protagonismo lógico,
veraz y merecido del egipcio. Aunque en esta final, la escala de luces fue
diferente: en los primeros treinta minutos del juego, cuando Liverpool fue amo
y señor del verde césped del Olímpico, Mané fue el estandarte principal. Klopp, estratega, indicó las
debilidades de Marcelo previo al
encuentro y Salah se vio opacado por el desdoble en su marca entre el lateral
brasilero y Toni Kroos. Modric buscó
causar el mismo efecto en la banda derecha en contribución a Dani Carvajal, pero Mané, en ese lapso,
se los deglutió a ambos. Mané fue el único que no cayó en las telarañas de la ‘depresión’
tras la salida de Salah. Mané fue quien regresó rápidamente a Liverpool al
partido tras la falla de Karius e intentó, con la fuerza de su fútbol, concretar
la épica; una épica que firmaría finalmente Gareth Bale.
Otro jugador de Liverpool para resaltar es Dejan Lovren. El croata ha sido
señalado por algún bajón en su nivel, pero ante Real Madrid tuvo una auténtica
demostración de capacidad y carácter para inmiscuirse, al menos tímidamente, en
el debate sobre los mejores 20 (o 25) defensores centrales del mundo. Un logro
que no es menor para otro hombre que deja en alto el trabajo arduo de las
canteras del Dinamo Zagreb.
Mané en la desgracia
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