Vladimir Petkovic llevó a Suiza a los octavos de final de Rusia 2018 con un plan futbolístico de interesante concepto y de buena ejecución.
Suiza repitió 15 de los 23 jugadores de Ottmar Hitzfeld en
Brasil 2014. La base fue su mejor testimonio en Rusia: Stephan Lichtsteiner, Valon
Behrami, Blerim Dzemaili, Xerdan Shaqiri y Haris Seferovic, pero a ellos se le
sumaron grandiosos proyectos como Akanji en la defensa, Zakaria en la medular y
Zuber y Embolo en ataque que ya logran amalgamar el recambio generacional con
el ADN de Petkovic. Suiza demostró un sostén colectivo para el surgimiento de
las individualidades: Shaqiri, Dzemaili y Zuber tuvieron sus trazos altos en la
Copa gracias a las pequeñas sociedades generadas en sus espaldas. Incluso
Xhaka, como líder del equipo fue de menor a mayor. El jugador de Arsenal inició
poco participativo y culminó como el eje necesario para el arranque de juego. Los
de Petkovic nunca desistieron a la salida higiénica desde el fondo ante las
presiones altas de sus rivales y he allí la gran victoria del entrenador. En
cada encuentro, su filosofía se expresó.
Mecanismos y automatismos teutones del legado Hitzfeld y la
herencia musculosa ganada en la gran mayoría de jugadores que se desempeñan en
la Bundesliga llevaron a Petkovic a implementar un bosquejo con tintes
similares a la de la gestión Löw. En la victoria, la derrota o el empate, hubo
coherencia futbolística con rasgos y detalles de buen fútbol. A Suiza le falta
un peso jerárquico para lograr el resultado, pero el salto de calidad en,
desde, por y para el juego, lo ha dado.
La línea de cuatro defensas se mantuvo sólida en mayor parte
del Mundial. Lichtsteiner-Schar-Akanji-Rodríguez tienen, en sus características
individuales, los componentes esenciales para unirlos al servicio de la
propuesta. Lichtsteiner ofreció el rodaje, el despliegue y la veteranía, Schar la
figura imponente, Akanji mostró su talento en potencia en la vía aérea, el juego
raso y la limpieza en la salida y Ricardo Rodríguez añadió trajín en la
proyección. La prueba de fuego fue ante Brasil y salió librada con una
excelente forma. El salto cualitativo lo entregó ante Serbia con el plan
similar, que se resolvió en la última jugada del encuentro soltando un
contragolpe brutal, para incluir en los manuales de juego. En los octavos de
final, sufrió una desgracia donde terminó perdiendo la batalla táctica, pero el
bloque se mantuvo recio ante el esquema rocoso de Suecia.
Suiza en ataque:
Elevando a sus laterales, desplazando a sus centrales e
indicando a Behrami o Xhaka como líberos para el armado de los circuitos
(neutralizados por el plan de Andersson en la eliminación del equipo helvético),
Suiza fue eficiente por los carriles externos y también por el carril central. Sin
embargo, en la cadena de eslabones del andarivel central
Behrami-Xhaka-Dzemaili, tres volantes mixtos puros, faltó el más determinante:
el centrodelantero. Petkovic inició con Haris Seferovic, el goleador de la
Clasificación hacia el Mundial, pero no logró afirmarlo para el campeonato. Por
ello, Drmic y Gravanovic lo desalojaron de la titular. En la bandas
Zuber/Embolo y Shaqiri cumplieron con las expectativas, y si se quiere, las
superaron.
El atractivo táctico de Suiza en el Mundial
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