La Selección
centroamericana disputó su primer Campeonato del Mundo y también logró un grito
que desanudó millones de gargantas en su territorio. En Nizhni Nóvgorod, el
equipo perdía 6 a 0 ante Inglaterra, pero el gol de Felipe Baloy marcó un hito
emocionante que tronó desde Rusia hasta el canal.
Una voz tímida comenzó el alarido que enervó su trueno desde
el silencio a de los abatidos hasta la naturalidad de la esperanza. Panamá fue
el equipo que devolvió la pureza de la esencia futbolera, devota, entusiasta y
amateur a ese fútbol profesionalizado a ultranza, cartelero-mediático,
multibillonario, carnívoro de piernas, ilusiones y deseos de aquellos que
alguna vez patearon una botella en las veredas de sus barrios mientras soñaban
con vestir la casaca de la Marea Roja. Esas calles que se trasladaron a los
campos para edificar una Liga, que aún sufre de la precariedad del desarrollo perturbado,
pero que forjó una camada de talentos que firmaron el nombre de la nación en la
cúspide del terreno futbolero global.
Foto: EFE |
Los himnos que trajeron lágrimas de orgullo, se vieron
disminuidos ante el huracán vociferante que llegó con el cabezazo de Baloy. No
sólo fue el grito de Panamá, fue el grito del fútbol puro, el grito de quien
lucha y resiste por cumplir sus sueños. El gol de Baloy fue el descanso más
saludable para él y sus compañeros que sintieron cumplida la misión. Gabriel Gómez, Román Torres, Jaime Penedo, Blas Pérez y Luis Tejada y el propio ‘Pin’,
quienes cargaron a sus espaldas el hito para convertirlo en mito. Y sí, perdieron 6 a 1, fueron arrollados,
pisoteados y dignamente vencidos jugando a la pelota; pero en antes de
cualquier hundimiento, los panameños mostraron que tenían un objetivo común por
lograr.
Panamá, Baloy y la emoción del primer gol a la vista del Volga
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