El entrenador de Francia trepó a la cima del fútbol mundial. Su proceso, su selección para la Selección, las llaves tácticas y el manejo paternal del grupo, grandes caracaterísticas en su gestión hasta la Copa.
Didier Deschamps ingresó, silenciosamente, el Olimpo del
fútbol: el galo se enmarcó junto a Franz Beckenbauer y Mario Zagallo como los
únicos hombres que han sido campeones del mundo como jugadores y entrenadores y
estará eternamente en las páginas doradas de la historia de este deporte. A sus
49 años, tocó el cielo con las manos. Gestó, ideó y condujo una jovial camada
de talentos franceses a su cúspide deportiva tal como hizo Aime Jacquet con su
generación en 1998. Ese espejo triunfal, que debió conocer el reflejo del
sufrimiento y la frustración en el Mundial de Brasil y en la Euro donde fue
anfitrión en 2016.
Francia llegó a Rusia con algunas dudas sobre su gestión,
que se agigantaron cuando Zinedine Zidane dimitió en Real Madrid. Se llegó a
pensar en la Era Post Deschamps cuando faltaba la competencia máxima por explorar,
exprimir y degustar de la misma. El estratega se refugió en el silencio, la
autocrítica caminando en el filo de sus (dificultosas) decisiones de selección.
Deschamps entregó plenos de su dirección en su dibujo
nominal y módulo táctico ideal. Uno de ellos es Benjamin Pavard. El joven
defensor de Stuttgart fue el gran diamante oculto del DT, como entregarle la
total confianza a Lucas Hernández (dejó en el banco a Mendy y descartó a Digne
y Kurzawa). A su vez, consolidó un trivote de despliegue y músculo que terminó
siendo el factor decisivo y distintivo en una medular potente y rocosa
(Adrien Rabiot quedó al margen de los 23 y fue una decisión discutida) que no
perdió sus detalles de finura. Kanté (jugó de Deschamps) como abarcador de un
todo, generó los zancos estelares de Pogba y el recorte hacia la izquierda de
Matuidi. Luego, en su otro tridente, el más letal, decidió que Griezmann sea el
bastión espiritual-futbolístico-táctico. El 7 se retrasó para oficiar de
enganche y armar el rombo en el mediocampo sin omitir su nexo ofensivo con el
flanco Kylian Mbappé y el 9 más voluntarioso de este milenio en los Mundiales:
Olivier Giroud (quizás Lacazette no hubiera sobrevivido al esquema).
Simple, sólido y contundente. Línea por línea superó a
todos. El conjunto se amalgamó a la individualidad y viceversa. El trabajo
común en servicio del objetivo se denotó en cada salida de Francia a los campos
rusos; y eso es mérito de Didier como manejador recto de grupo, como tacticista
equilibrista y como comandante de un estilo definido y seguro.
Didier Deschamps fue el padre de una criatura que comenzó a
formar en 2012 y que se vio devastada en Saint Denis (con una línea defensiva
veterana) ante Portugal. Reinventarse con el molde primario y la fortaleza del sistema;
y el propósito de la idea prevaleciendo ante los nombres, fue la mezcla ideal
para la coronación en Moscú. Atrás de ello, hubo un padre.
Deschamps, el padre de la criatura
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