Luka Modric recibió el premio a Mejor Jugador del Mundial y fue la perla atrayente de la Croacia subcampeona de Dalic. Efecto, verdad y consecuencia.
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Varios equipos enamoraron en el Mundial. Por estilos como es el caso de la fina Bélgica de Roberto Martínez, la contundente Francia campeona y la conmovedora y guerrera Uruguay. Por jugadores, por partidazos, por entrenadores. Varios enamoraron. Posiblemente Croacia incorporó todas estas menciones para catapultarse como la nación que más flechó corazones de la Copa y el San Valentín del caso fue Luka Modric. El 10 le hizo honor al número en todo sentido extendiendo en Rusia su elegante, determinante y laboriosa performance generada en Madrid con el tricampeonato de Europa en la espalda. Ganó el Balón de Oro y también busca el mismo galardón a fin de año.
En un mes Modric convivió con todas las sensaciones futbolísticas que puedan tenerse dentro de un campo. Fue director de orquesta y también tocó el triangulo cuando debió; fue mago con conejos en la galera y también se puso el overol para trabajar en el laboratorio táctico de Zlatko Dalic. Luka saboreó las mieles de la gloria con su golazo ante Argentina y se repuso de dos errores que pudieron ser cruciales en el camino de Croacia a la gran final: el penal fallado ante Schmeichel en el tiempo extra de los octavos de final y la infracción que derivó en el gol de Trippier en la semifinal frente a Inglaterra en un retroceso de tardía lectura.
Rakitic fue su socio en el trivote con Brozovic como tapón. El 7 y el 10 se complementaron, se relevaron, se fusionaron y se hermanaron con una soltura que rompió los paradigmas de madridismo y barcelonismo. Por el contrario, esas filosofías de vida se unificaron en servicio de Croacia.
Rakitic en el pressing, Modric en la posición y en la precisión. Brozovic, de mediocentro. Los extremos o laterales se centralizaron para realizar ese movimiento visto en los 7 partidos. |
Luka tiene la simpleza de ser líder sin eclipsar a sus compañeros, sino que los contagia, los invita y los anima al colectivo. Es quien generó el mencionado enamoramiento al sentido de la ubicación de Brozovic, Modric incentivó los despuntes de Perisic y Rebic a campo abierto e impulsó las trepadas de Vrsaljko o Strinic con sus tempos. Organizador y voluntario. Su despliegue fue fenomenal con el trajín de una temporada eterna con Real Madrid, pero con la bandera en sus ojos y en sus pies, dio un plus extra. Eso es lo que enamora. Dar más y dar más y dar más. “No es solamente que corre mucho, sino que corre bien. Todo
lo que hace es en favor del equipo. Nunca va a poner sus intereses personales
por encima del equipo” dijo Dalic sobre èl y nos conquistó.
Modric fue el San Valentín de Croacia
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