La participación
cafetera en el Mundial ha tenido altibajos, pero en medio de la irregularidad futbolística
dejó matices para continuar pensando en su evolución.
La adversidad. El deleite. La fortaleza. El error, el
milagro y la decepción final. Con estos naipes jugó Colombia en su baraja de
sensaciones en el Mundial de Rusia. Esta vez, esos picos extremos trajeron el orgullo
que brota con el desencanto. Colombia no supo administrar la riqueza de sus
recursos y aunque en el frío y crudo análisis el ciclo de José Néstor Pékerman seguramente
haya dejado a la luz un pequeño retroceso en el proyecto, vender cara su
derrota posiblemente sea el último objeto preciado de su gestión. Después de 16
años de ausencia en la Copa, Pékerman llevó a pensar al pueblo colombiano que
podían ser finalistas. Junto a una camada maravillosa de talentos, ha marcado
una pauta que será una vara altísima para su sucesor.
Yerry Mina se caratuló como el mejor delantero del equipo. Siendo zaguero, cumplió más en las tertulias ofensivas que en las defensivas. El jugador de Barcelona volvió a remarcar que es uno de los proyectos presentes más letales del fútbol sudamericano y su cotización se elevó notablemente en Rusia. Falcao y James los referentes colombianos de este milenio, tuvieron su primer mundial juntos y no se encontraron: el 10 por las lesiones que lo aquejaron y el 9 por el circuito de juego del equipo. A su vez, las gratas impresiones las entregaron Juan Fernando Quintero y Wilmar Barrios. Quintero entregó destellos que nos pusieron lagrimosas las pupilas y Barrios fue al Mundial a ofrecer su corazón.
Foto: AFP |
La crítica al entrenador nace desde las entrañas
estilísticas del fútbol colombiano. Ese juego vistoso, carismático y seductor
que se vio descompuesto por el sentido de la competencia, la mentalidad
ganadora y la prioridad del resultado encima de los modos. Algunos prefieren el
espectáculo por sobre todas las cosas y es respetable. Pékerman buscó adaptarse
a ese gen y lo logró. Sin embargo, nunca omitió el suyo: el detalle
equilibrista que, en las difíciles, se inclina hacia el sostén defensivo. El
pecado de Pékerman no fue ese (recibió tres goles en cuatro partidos y dos de
penal), su pecado fue no bajar de esa montaña rusa de emociones a su equipo en
caso que fallara el plan primario. Esta moción se notó con los descontroles sufridos
ante Japón e Inglaterra. Ante Polonia, el equipo brilló. Ante Senegal, el
equipo cumplió; pero los vaivenes desnudaron los detalles equívocos que no le
permitieron dar ese plus cualitativo porque Colombia tenía cómo vencer a
Inglaterra.
Yerry Mina se caratuló como el mejor delantero del equipo. Siendo zaguero, cumplió más en las tertulias ofensivas que en las defensivas. El jugador de Barcelona volvió a remarcar que es uno de los proyectos presentes más letales del fútbol sudamericano y su cotización se elevó notablemente en Rusia. Falcao y James los referentes colombianos de este milenio, tuvieron su primer mundial juntos y no se encontraron: el 10 por las lesiones que lo aquejaron y el 9 por el circuito de juego del equipo. A su vez, las gratas impresiones las entregaron Juan Fernando Quintero y Wilmar Barrios. Quintero entregó destellos que nos pusieron lagrimosas las pupilas y Barrios fue al Mundial a ofrecer su corazón.
Lo cierto, real, rescatable y valorable es que Colombia ya
no será más la cenicienta en los Mundiales. Ya puede mirar a la cara a
cualquiera, en cualquier instancia, en cualquier lugar. Cada cuatro años sube
un peldaño. En su sexta participación, se ha consagrado como la gran nación en
potencia.
Colombia fue una montaña rusa
Reviewed by laprimeragambeta
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