En un Mundial silenciosamente nocturno para
Occidente, la alegría y la bulla la puso Senegal. La selección africana que
borró de la cita Corea-Japón 2002 a Francia y a Uruguay quedará latente en la
memoria futbolera como un equipo festivo, chispeante y entusiasta que le devolvió al globo, al menos
por un rato, la esencia real y auténtica del amor por el juego.
Los
senegaleses eran desfachatados y desconocidos, como aquellos que no tienen
tarjeta de invitación pero se cuelan en una fiesta y terminan siendo el alma de
ella. Y en el riguroso y calculado suelo asiático, muchos bailaron bajo su
estruendoso compás. Aquel equipo dirigido por Bruno Metsu, recordado estratega francés fallecido en 2013, tenía
los mismos condimentos del grupo nigeriano que ganó la medalla de oro en los
Juegos Olímpicos de Atlanta y definitivamente revivió ese frenesí tan
característico de su tierra, color y etnia. Desde un principio, Senegal matizó
un Mundial que parecía homogéneo en lo previo y que resultó más que llamativo.
De los
23 jugadores que convocó Metsu, apenas dos no jugaban en la Liga de Francia y
eran los arqueros suplentes. El resto eran componentes de un mismo certamen,
cuestión que sin duda influyó a la hora de regalar el primer batacazo de
Corea-Japón, ni más ni menos que en el partido inaugural. En Seúl, los “Leones”
derrotaron al campeón Francia por 1 a 0 y desde allí enseñó la fisura de la
ilusión gala. Con una férrea línea de cinco defensores, cuatro mediocampistas y
el excéntrico El Hadji Diouf en
soledad, demacró a un equipo que proseguía con la base gloriosa de cuatro años
antes. Papa Bouba Diop fue el autor
del único tanto del partido y por ese entonces jugaba en Lens junto al mismo
Diouf, Pape Sarr y Ferdinand Coly, el lateral izquierdo del equipo. Luego Diop
se consagraría en la Premier League.
En la
nómina sobresalía un 10 llamado Khalilou
Fadiga. Un enganche dinámico, veloz y pensante que conducía a un equipo
soportado por un gran volante central: Salif
Diao, que sería comprado por Liverpool en pleno Mundial. Fadiga actuaba
para Auxerre, anteriormente había hecho carrera en Bélgica y también tuvo un
hecho peculiar durante el torneo ya que fue arrestado por un supuesto robo en
una joyería. El guardameta era el popular Tony
Sylva, destacado golero de Mónaco, y en el sector defensivo lideraban Aliou
Cissé, actual entrenador de la Selección, y Malick Diop, quienes se alternaban
la capitanía. Con el correr del evento, el delantero Henri Camara, que también haría trayectoria en Inglaterra, se sumó
al Diouf en el ataque y terminaría siendo protagonista.
Luego de
vencer a Francia, Senegal empató con la última gran Dinamarca, que finalmente
ganaría el Grupo A. El cuadro danés era conducido por el mítico Morten Olsen y
contaba con estrellas como Jon Dahl Tomasson, Gravesen, Thomas Helveg,
Jorgensen, Ebbe Sand, entre otros. Finalmente, en la gran retina del espectador
quedó esa igualdad en tres goles ante Uruguay, donde los africanos ganaban 3-0
(con goles de Fadiga y Diop -2-) y los charrúas a puro honor y garra, lograron
emparejar las acciones y hasta pudieron ganarlo de no ser por aquel dramático
yerro del “Chengue” Morales.
En
octavos de final, el benjamín de la Copa daría un nuevo golpe: eliminó a
Suecia, nación que cargaba el mote de candidato por tachar a Argentina en la
fase grupal. En ese duelo el milagro fue concedido en tiempo extra, porque tras
empatar 1-1 en los noventa, Henri Camara (marcó doblete ese día en Oita)
provocó el delirio de todo el país y de todo el mundo, ya simpatizante con Senegal.
La utopía la cortó Turquía en la siguiente fase con un doloroso gol en el
minuto 94.
Tras
Corea-Japón, la vida de los jugadores más representativos se disparó y muchos
recalaron en la Premier League y el Calcio. Senegal expandió su mercado aunque también
es cierto que otros miembros del equipo se perdieron en la gigantesca nebulosa
que se disipa luego del fulgor post mundial. Bruno Metsu, padre de la criatura,
murió a causa de cáncer de colon en 2013 con la razón de saber que su obra
maestra perdurará.
Cada gol fue un baile porque las piruetas al son del regocijo cuasi desinteresado se disfrutan mejor. Cada sonrisa nos hizo sonreír porque el contagio que radió Senegal pocos lo lograron en tiempos siguientes. Cada movimiento nos entusiasmó y confirmó que el fútbol en África, recién se concebía.
La maravilla Senegal
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