Ni los más de 110
millones de euros en fichajes ni tres entrenadores en nueve meses no pudieron
salvar a Fulham del descenso.
Foto: AP |
Un mercado de pases numeroso, ostentoso y marketinero no
asegura la consagración. Un proyecto, conscientemente delineado, estrictamente
ejecutado y firmemente sostenido en los traspiés, tal vez, sí; pero ¿cómo
ingresar en la cabeza de los jeques megamillonarios? Algunos se rodean de
personas del mundo del fútbol para que sus estratosféricas inversiones sean
certeras y eficaces, otro como el pakistaní Shahid Khan, propietario de Fulham, quiso competir con la
billetera y no con la razón. Por ende, la institución realizó su ‘efecto ascensor’: así
como subió, bajó.
Desde la dirección técnica, Slavisa Jokanovic fue el estratega que
comandó la subida (proceso construido en tres años), pero por un comienzo negativo en cuanto a los resultados en
la Premier, su cabeza fue la primera en rodar. Llegó Claudio Ranieri, autor de
la gesta de Leicester, para, al menos, intentar salir del abismo. Sin embargo,
con el italiano las cosas no mejoraron. En la emergencia y en la desilusión,
Scott Parker tomó las riendas del equipo sabiendo que el destino era
inmodificable: Fulham jugará en la 2019/20 nuevamente en la Championship.
Se armó un equipo totalmente nuevo para afrontar la Premier
League. Fulham fue cuarto en la tabla de posiciones de gasto en el verano. Llegaron Séri, Zambo Anguissa, Vietto, Rico, Schürrle, Babel, Mawson, entre otros. Apenas Mitrovic
(se compró su pase), Calum Chambers (se renovó la cesión con Arsenal) y Ryan
Sességnon se mantuvieron como emblemas del ascenso. De resto, se jugó
prácticamente una partida de “Football Manager”.
Ceros en cohesión de juego, nula integración entre compañeros, floja adaptación de los flamantes refuerzos y escasa interpretación de las ideas de los entrenadores. En sí, un vaivén del desorden convertido que empujó a Fulham al pozo ciego del descenso. En 33 partidos, los ‘cottaggers’ apenas ganaron cuatro y perdieron 24 recibiendo 77 goles. Una decepción total.
Ceros en cohesión de juego, nula integración entre compañeros, floja adaptación de los flamantes refuerzos y escasa interpretación de las ideas de los entrenadores. En sí, un vaivén del desorden convertido que empujó a Fulham al pozo ciego del descenso. En 33 partidos, los ‘cottaggers’ apenas ganaron cuatro y perdieron 24 recibiendo 77 goles. Una decepción total.
La decepción en Craven Cottage
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