Zidane: Una serenidad que asusta

Las claves del éxito de Zinedine Zidane. De la emergencia a la gloria, de la formación al hito y los retazos de una gestión de plantilla nunca antes vista en Madrid. 


Foto: Reuters

Tres finales de Liga de Campeones de Europa hilvanó Zinedine Zidane como entrenador de Real Madrid. Aquel salto de emergencia del Castilla al primer equipo ha sido el mejor movimiento de Florentino Pérez luego del fichaje astronómico de Cristiano Ronaldo en el inicio de su segunda etapa como timonel de la Casa Blanca. Con una serenidad que asusta, Zidane no ha dejado de dar soluciones en Madrid desde que asumió en el banquillo. El plan Real era formarlo para que sea el ideólogo del futuro y aunque los tiempos se acortaron, el francés se encumbra con títulos, resultados y logros que por poco empatan (si ya no los ha superado) a su obra como jugador.

Zidane es fútbol y medirlo bajo esa concepción simplifica las cosas. El fútbol es la belleza de la simpleza. Zidane es espejo de tal moción: como cuando danzaba con el balón en los pies y como lee los encuentros detrás de la línea de cal. El más fiel reflejo de su impronta en el Real Madrid ha sido desproporcionar los egos en un grupo de gigantes y unirlos al común del equipo. Es decir, promulgó la clave del éxito desde lo humano hacia lo futbolístico con un manejo de grupo digna de sus movimientos mágicos y elegantes. Esto es un revolcón a la filosofía histórica 'merengue', donde el pregón siempre fue a contramano de la orientación del galo. Antes, lo futbolístico crecía desde los egos, ahora lo futbolístico crece desde el descenso de los pedestales divinos por el bien común.

Es por eso que Cristiano aceptó un nuevo rol en la plantilla. El de delantero alimentado y no individualista. Es por eso que Benzema calmó una cuota goleadora magnífica al servicio de la táctica explícita de Zidane. Eso por eso que Ramos lleva la cinta con el espíritu de guerrero-compañero. Eso por eso que Keylor silenció las críticas, que Modric y Kroos conformaron su dueto, que las ausencias de Bale no se han sentido. Es por eso que el propio Bale reconoce desde sus suplencias su humildad. Eso por eso que Asensio se consagró de manera gradual y sin humos en su cabeza. Es por eso que Lucas Vázquez mantiene encendida la llama de la esperanza para los canteranos, que Casemiro se impuso ante mil adversidades hasta ser patrón del circulo central, que Nacho es el jugador número 12. Los factores de ese éxito en la gestión Zidane son los más silenciosos y más laboriosos. Dejar la rutina de los flashes y el afán individual permitieron que Mateo Kovacic, un componente de recambio en el plantel, tenga la certeza de que su valor no se pierde y que en cualquier momento debe estar preparado para ser titular en una semifinal de Champions ante Bayern Munich.

Zidane es demasiado líder. El famoso líder positivo. No importa si habla poco, mucho o nada. Si festeja, gesticula o se va sonriendo socarronamente tras dejar en el camino a PSG, Juve y Bayern de la misma Copa de Europa. No importa si es música clásica como Guardiola o heavy metal como Klopp. En Zidane lo que importa es reconocer su serenidad en los tiempos de clímax o abismo para administrar energías, ánimos y egos manteniendo en foco a 25 jugadores que tienen el escudo del Madrid bordado en el pecho, con todos los pros y contras que vienen consigo.
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