Olisadebe

Emmanuel Olisadebe tuvo tres años en la cúspide. Fue el primer africano en defender a la selección de Polonia y un intenso goleador que pretendía despuntar en Europa. Sin embargo, su carrera se truncó con la misma rapidez en la que se había encumbrado.

Emmanuel Olisadabe
Foto: AFP - UEFA
La trayectoria de Emmanuel Olisadebe definitivamente estuvo trazada por picos. Desde los más altos hasta los subsuelos. El nigeriano pudo haber sido una estrella del fútbol mundial, pero su suerte quedó atrapada entre los sueños de gloria, las lesiones y el racismo. En su lapso dorado, (2000-02), creó una historia tan efímera como inolvidable.  

En su adolescencia ayudó al legendario Polonia Varsovia a obtener un título liguero tras casi 50 años de sequía. Como muchos africanos, había llegado con el ‘sueño europeo’ y antes de fichar con el equipo más antiguo del país, realizó varias pruebas en diferentes clubes polacos sin mayor fortuna. Pero en el 2000, el nigeriano dio un salto brusco de calidad y fue una pieza clave para la obtención del ansiado trofeo del Polonia, que a su vez catapultó al estratega Jerzy Engel a la Selección. Engel sería su padre futbolístico, con quien Olisadebe relució su mejor potencial.    

Por esta cuestión, fue el primer jugador africano nacionalizado para representar a Polonia. Su tránsito en la misma sería de dolores y triunfos en mismas proporciones. En la fugacidad de los tiempos, Olisadebe fue señalado, observado, criticado y menospreciado por su color. La afición polaca era reacia a su contratación, a pesar de que el mítico Zbigniew Boniek pedía a gritos su presencia en el combinado.  Pero con sus goles, el africano llevó a su nación adoptiva a su primera Copa del Mundo tras 16 años de ausencia y hasta marcó un tanto en la competición.

Olisadebe convirtió ocho en la Clasificación previa y quebró el registro de mayor número de goles anotados por un polaco en esa instancia. Luego, Polonia finalizaría última en el Grupo D de Corea-Japón 2002, pero él se dio el gusto de anotar (triunfo 3-1 ante EEUU). Era su tiempo. Era la expresión máxima de Olisadebe en el planeta fútbol. Incluso, un año antes del Mundial fue transferido al Panathinaikos y recibió dos votos en la elección del Balón de Oro.

Tenía servida la dicha. Sin embargo, múltiples lesiones en su rodilla hicieron que pierda terreno en Grecia y ya no se recuperó luego de una frustrada estancia en el Portsmouth inglés (apenas jugó dos encuentros). Su cronología en alza, descendió estrepitosamente sin avisar: recaló en el Skoda Xanthi, descendió a Chipre y finalmente sucumbió en una desconocida Superliga China (Henan Jianye). Allí volvería a romperse los ligamentos y su permanencia en el deporte se esfumó con escasas apariciones en el ascenso griego.

Todavía no existen los techados que lleguen a tocar la luminosidad de las estrellas.



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