En un amistoso internacional disputado en Australia, Argentina venció ajustadamente a Brasil por 1 a 0 en el debut de Jorge Sampaoli al mando de la Albiceleste. A pesar de que su equipo no lució y sufrió, el santafesino inició triunfando y quitándole el invicto a Tite.
No brilló ni gustó, pero ganó ante un equipo consolidado. De esta manera se cataloga la primera versión de la selección de Jorge Sampaoli. En apenas cuatro entrenamientos es difícil plasmar una idea, que a su vez, es completamente contrapuesta a la filosofía del entrenador anterior. El linaje táctico de Argentina varía como sus cuatro vientos y desde el subcampeonato conseguido bajo el pragma de Alejandro Sabella, Gerardo Martino pretendió "barcelonizar" al equipo y luego Edgardo Bauza buscó cortar tesudamente ese concepto. Por ello, el cuasi urgente mensaje primario de Sampaoli sí llegó y Argentina derrotó a Brasil ante cerca de cien mil personas en el Melbourne Cricket Ground, con un solitario gol de Gabriel Mercado.
Siempre es importante vencer a Brasil dictan los presagios. Por historia, sentimiento y rivalidad, los verdeamarelhos generan un plus en los argentinos y el sabor de la victoria es diferente de lo que pueda ser ganar contra otro color. Pero hay que entender los contextos del juego de hoy antes de juzgar si el ADN Sampaoli se vio o no se vio. En el contexto requerido se avizoraban circunstancias nada promisorias en relación a lo prometedor que "resultó el resultado": desorden administrativo de AFA, desprolijidades en torno a la salida de Edgardo Bauza y a la rescisión de Sampaoli con Sevilla, una lista consensuada pero no armada por el entrenador, una semana de trabajo del cuerpo técnico con los jugadores en pleno trayecto vacacional, tardíos viajes desde Argentina a Australia de los futbolistas del ámbito local por una pugna feroz de intereses de los clubes que luchan por el título y otras tantas. Y todo esto, por fuera de lo esencialmente futbolístico.
Sabemos que la razón madre del método Sampaoli es el ataque constante, el horizontalismo como eje productor de vértigo, el circuito y la tenencia en rodeo a Messi y la convicción ofensiva en los metros finales. Un tibio esbozo se percibió en una buena porción del primer tiempo y Argentina, con ese pequeño síntoma, supo batir a Brasil. Y eso es bueno. Después en la segunda etapa el Scratch dominó, generó y mereció el empate, pero, a mi gusto, el compromiso de los jugadores no dejó que sucediera. Allí hubo más Bauzismo (con suerte incluida) que Bielsismo y hasta se antoja cierta lógica en esta premisa, enraizada en una inestable transición. Además, Argentina terminó el encuentro con seis debutantes en campo. O sea, el cambio es considerable y el positivismo renace en la idea de rejuvenecer la relación equipo-hinchas.
Es justo mencionar también que con Tite, Brasil consiguió todo lo que no tiene Argentina: identidad definida, impronta marcada, jerarquía en todo sector, nómina consolidada. La ausencia de Neymar siempre se notará, incluso la de Dani Alves, pero el tridente del medio campo de Paulinho-Fernandinho-Augusto es el titular, Coutinho y William son las usinas de gestación habituales y Gabriel Jesús es el prodigio. Es decir, Brasil utilizó un onceno de talla y magnitud, que venía en racha y ofició como prueba de fuego fidedigna para un debut de altura de Sampaoli.
Mercado festeja Foto: Rodrigo Néspolo/La Nación-ARG |
No brilló ni gustó, pero ganó ante un equipo consolidado. De esta manera se cataloga la primera versión de la selección de Jorge Sampaoli. En apenas cuatro entrenamientos es difícil plasmar una idea, que a su vez, es completamente contrapuesta a la filosofía del entrenador anterior. El linaje táctico de Argentina varía como sus cuatro vientos y desde el subcampeonato conseguido bajo el pragma de Alejandro Sabella, Gerardo Martino pretendió "barcelonizar" al equipo y luego Edgardo Bauza buscó cortar tesudamente ese concepto. Por ello, el cuasi urgente mensaje primario de Sampaoli sí llegó y Argentina derrotó a Brasil ante cerca de cien mil personas en el Melbourne Cricket Ground, con un solitario gol de Gabriel Mercado.
Siempre es importante vencer a Brasil dictan los presagios. Por historia, sentimiento y rivalidad, los verdeamarelhos generan un plus en los argentinos y el sabor de la victoria es diferente de lo que pueda ser ganar contra otro color. Pero hay que entender los contextos del juego de hoy antes de juzgar si el ADN Sampaoli se vio o no se vio. En el contexto requerido se avizoraban circunstancias nada promisorias en relación a lo prometedor que "resultó el resultado": desorden administrativo de AFA, desprolijidades en torno a la salida de Edgardo Bauza y a la rescisión de Sampaoli con Sevilla, una lista consensuada pero no armada por el entrenador, una semana de trabajo del cuerpo técnico con los jugadores en pleno trayecto vacacional, tardíos viajes desde Argentina a Australia de los futbolistas del ámbito local por una pugna feroz de intereses de los clubes que luchan por el título y otras tantas. Y todo esto, por fuera de lo esencialmente futbolístico.
Sabemos que la razón madre del método Sampaoli es el ataque constante, el horizontalismo como eje productor de vértigo, el circuito y la tenencia en rodeo a Messi y la convicción ofensiva en los metros finales. Un tibio esbozo se percibió en una buena porción del primer tiempo y Argentina, con ese pequeño síntoma, supo batir a Brasil. Y eso es bueno. Después en la segunda etapa el Scratch dominó, generó y mereció el empate, pero, a mi gusto, el compromiso de los jugadores no dejó que sucediera. Allí hubo más Bauzismo (con suerte incluida) que Bielsismo y hasta se antoja cierta lógica en esta premisa, enraizada en una inestable transición. Además, Argentina terminó el encuentro con seis debutantes en campo. O sea, el cambio es considerable y el positivismo renace en la idea de rejuvenecer la relación equipo-hinchas.
Es justo mencionar también que con Tite, Brasil consiguió todo lo que no tiene Argentina: identidad definida, impronta marcada, jerarquía en todo sector, nómina consolidada. La ausencia de Neymar siempre se notará, incluso la de Dani Alves, pero el tridente del medio campo de Paulinho-Fernandinho-Augusto es el titular, Coutinho y William son las usinas de gestación habituales y Gabriel Jesús es el prodigio. Es decir, Brasil utilizó un onceno de talla y magnitud, que venía en racha y ofició como prueba de fuego fidedigna para un debut de altura de Sampaoli.
La era Sampaoli comenzó con triunfo ante una prueba de fuego fidedigna como Brasil
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